Desde la "Nación del Sol Naciente", llegó al Festival Internacional Cervantino (FIC) una experiencia directa del Japón del siglo XVII: la fascinante danza Kagura. ¿Y qué mejor manera de celebrar 10 años de amistad entre Guanajuato y la prefectura de Hiroshima que con este ritual tradicional?
Esta vez, el público tuvo la suerte de presenciar la Geihoku Kagura, una versión que lleva más de 150 años preservándose en Hiroshima. La historia elegida fue Tsuchigumo, que literalmente se traduce como “el demonio araña”. Imagínate: guerreros que, tras perder batallas hace 2,000 años, huyen al monte Katsuragui, se transforman en criaturas medio humanas medio tarántulas... y se convierten en una verdadera pesadilla.
En esta leyenda, uno de estos seres se convierte en una araña ancestral que desarrolla habilidades sobrehumanas. Con todo su rencor acumulado, decide desafiar al poderoso Yorimitsu Minamoto, jefe de la policía (algo así como un samurái con placa). Aunque la araña logra robar una espada sagrada, los guardianes del monte no se la dejan fácil y, tras una feroz batalla, la derrotan justo cuando termina de convertirse en un temible demonio.
La magia no solo vino del relato, sino del Gaku, el conjunto de músicos que acompaña esta danza. Con un tambor grande, uno pequeño, un gong y una flauta, crearon melodías hipnóticas... ¡sin partituras! Todo de memoria y con pura pasión.
El público, completamente atrapado por la teatralidad y la energía de la presentación, no escatimó en aplausos. Al final, quedó claro por qué la Kagura es una de las joyas culturales más queridas de Japón: una mezcla irresistible de tradición, ritmo y una pizca de fantasía arácnida. ??????
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